Diario de Cuarentena: Pensar el recuerdo

Hoy es 26 de septiembre 269.º día del año. Quedan 96 días para finalizar el año espantoso que supimos conseguir. Y digo conseguir porque no era necesario agregarle a la pandemia tanto dolor. Hoy también nacía Heidegger, el filósofo alemán que hablaba del ser y el tiempo y que tiene un pensamiento al que en estos tiempos vuelvo una y otra vez: Lo verdadero, ya sea una cosa verdadera o una proposición verdadera, es aquello que concuerda, lo concordante.

Ya llevamos más de 190 días de cuarentena, que no nos ha curado sino enfermado de muchos males, como la soledad, la intransigencia, la desdicha, el irrespeto, el miedo, la condena prejuiciosa y la miseria en todos sus sentidos. En ningunos de estos días hubo concordancia. Nada concuerda. Lo que se dice no es lo que se hace, los números no son los números, las muertes no son las muertes, los anuncios no son verdaderos, los test no testan sino que toman la fiebre. Así, en esta falta de concordancia que arriba en la falta a la verdad, vamos enloqueciendo y viendo como nuestra vida, nuestro porvenir y nuestro país se derrumba. Una cosa es lo que el ojo ve y otra lo que el alma siente.

La verdad no es verdad porque se la enuncia, sino porque concuerda con lo que acontece. No basta con que yo diga hoy somos libres si no podemos transitar, si debemos pedir permiso hasta para hacernos el test que analiza la enfermedad pandémica, si nos eligen los trabajos, si nos niegan la socialización, si está prohibido reunirse. Sería interesante recordar en qué época de nuestra historia ocurría esto. No fue en los breves cuatro años anteriores. Muchos argentinos confiaron en la verdad de este proyecto político, el 49 por ciento. Ahora, esa verdad ¿concuerda? Parece que no es relevante pero la concordancia viene a ser el equilibrio necesario para ser sin tener que cuestionarnos todo cada día.

No sé porque como pueblo votamos siempre supuestas epopeyas pasadas, creamos mitos incomprobables y nos gustan más las frases grandilocuentes que las verdaderas. Pero tal vez, y volviendo al filósofo alemán debamos revisar nuestros recuerdos a la hora de elegir, bien decía el susodicho: Lo más antiguo de lo antiguo llega desde atrás a nuestro pensar y, sin embargo, se nos adelanta. Por eso el pensar se detiene en la aparición de lo que fue, y es recuerdo.

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