Por Soledad Vignolo (*)
La construcción social del paisaje es un concepto que intenta proporcionar una exploración metodológica y de pensamiento crítico que contribuya al debate sobre un tema novedoso que pretende recuperar al paisaje como un elemento clave para reconstruir la geografía cultural de inicios del siglo XXI. Así el paisaje es tomado como el resultado de la transformación que la sociedad y su cultura imprimen sobre la naturaleza, constituyendo una dimensión paisajística cultural de la sociedad que amerita nuestro apoyo y reconocimiento.
Esto significa que hablar de paisaje es hablar no solo de los espacios que se ven y se evidencian, sino de los que son invisibles o se ocultan, de los efímeros paisajes metropolitanos, los que producen miedo, y acá amerita citar a Alex Richter-Boix cuando nos dice que la identificación de lugares peligrosos genera así unos “paisajes del miedo” o “geografías del terror” que se evitan. Unos paisajes que compartimos con el resto de los animales. El miedo es un factor ecológico más que moldea los ecosistemas. También aquellos paisajes que se generan a partir del sentimiento, esa ciudad oculta en la que aparecen los odios, los amores, la vulnerabilidad social, y se mezclan con los del género el cuerpo, o los paisajes que nos devuelve la nostalgia.
Todos ellos son piezas claves en la conformación de una nueva geografía paisajístico cultural que nos otorga miradas alternas a la tradicional del paisaje descriptivo, material, real y evidente que es al que veníamos acostumbrados. Esta nueva construcción habla de aquello que está sin estar, más subjetiva, más perceptiva, una geopolítica que se hace cargo de lo que se encuentra detrás de lo que parcialmente se ve, es entonces que podemos comprender, conociendo lo oculto, los espacios del control y de la planificación basados en los elementos que recomponen la parte evidente de los procesos crean ese paisaje determinado.
El paisaje ha sido un tema constantemente en la vida humana, representado a lo largo de la historia con diferentes estéticas e intenciones, modificándose su imagen en la historia del arte, la geografía, el patrimonio, lo cultural. Como afirma Joan Nogué en La construcción social del paisaje, de donde está tomo el título de esta reflexión, “el paisaje puede interpretarse como un producto social, como el resultado de una transformación colectiva de la naturaleza y como la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado”. En ese sentido, “no solo nos muestra cómo es el mundo, sino que es también una construcción, una composición, una forma de verlo”.
Por lo antedicho, el paisaje no es la naturaleza o el lugar que se contempla, sino lo que se construye a partir de ello, una construcción cultural que debe ser interpretada, y a partir esa construcción ciertos universos físicos existentes se convierten en paisaje. Es decir, elaboramos un paisaje por medio de un proceso creativo en el que la intención, intervención e interpretación del observador de ese espacio territorial da como producto una visión o una idea.
Entre los asuntos a tratar en el futuro respecto al paisaje está el acercamiento a la naturaleza entendida a veces de forma concreta y otras de modo abstracto, la preocupación por la intervención del hombre o la memoria como elemento fundamental en su construcción, en el que lo importante no es lo que se ve, sino lo que no está presente, pero forma parte de la historia del lugar y de las personas.
Es relevante también comprender la ciudad posmoderna y su periferia llena de límites indefinidos se vuelven centro de atención que requieren una reflexión sobre esa transformación, esa ruina, y una construcción de lo degradado. Todos los paisajes, son paisajes construidos, porque es producto de una construcción social. Esta pandemia mundial nos permite reflexionar sobre lo que le hacemos al paisaje natural, sobre la necesidad de sostener políticas que conserven sin impedir el desarrollo, sobre una búsqueda sustentable en lo que se ve, pero también en aquello que esta como fondo de cocción del paisaje.
Nosotros tenemos en nuestra ciudad humedales, laguna, y mucho paisaje urbano que se modifica sin tener a veces una mirada amplia sobre el mismo. Dice Roberto Mulieri, presidente de la RAP Red Argentina del paisaje: “El mundo va a necesitar voces autorizadas, con carisma y fuerza simbólica, con una visión nueva sobre la relación de la sociedad con la naturaleza y también sobre este modelo de producción que lleva decenios de saqueo de los bienes de la tierra y la modificación del clima.”
Todo eso es cierto, pero agrego que debemos plantear soluciones que tengan trazabilidad, que mantengan la producción, aunque adecúen los métodos, que volvamos a pensar que somos una especie que debe preservar su hábitat, y que lo que puso en juego la pandemia, es mucho más que la certeza de la mortalidad. Podemos elegir cómo vivir. Y pensar la construcción social del paisaje es la llave para comenzar una nueva forma de existencia, posiblemente más igualitaria.
(*) Miembro de AAgeCu