Cuando se habla de alteridad, de solidaridad, del otro, hay que tomar nota que ese otro es de carne y hueso, no un discurso. Por eso me puse a investigar. Más del 40% de los ciudadanos latinoamericanos son pobres, muchos de pobreza crónica. En nuestro país estamos más arriba aún. Los modelos populistas no han colaborado a superar la pobreza, sino que construyeron un status quo de desigualdad. La pandemia acrecentó eso, y nos muestra en la miserable realidad que afrontamos, la falta de recursos genuinos en todas las áreas del sistema.
La caída de las exportaciones. las retenciones, las políticas estatistas y los altos déficits fiscales, que acarrea la imposibilidad de obtener empleo privado genuino, hace que incluso personas de clase media caigan en la pobreza estructural, hoy en día avanzando sin que se apliquen contenciones de ningún tipo. Si sumamos los graves problemas institucionales y la situación de toda la región, es válido sentir que necesitamos descubrir nuevos modelos políticos, culturales y económicos para no caer en la indigencia.
Entre los más afectados por la pobreza, según CEPAL, se cuenta un país cuyo Gobierno se ufana de sus “logros sociales”: Venezuela. La Argentina, es considerado otro país que apuesta por un modelo “nacional y popular”, con un índice de pobreza que sube estrepitosamente. Lo paradójico es que ambos países poseen riqueza, entonces cuál sería el motivo.
¿Hasta qué punto son efectivos y sostenibles los modelos redistributivos populistas? “No son efectivos ni sostenibles. Fueron financiados por el boom de las commodities y con déficits presupuestarios. Se aumentaron los gastos sociales y las subvenciones en salud, alimentos, medicamentos y combustibles, pero se descuidaron necesarias inversiones en infraestructura, educación e innovación tecnológica”, dijo el Dr. Ralph Rotte, profesor de Politología y Economía en la Universidad RWTH, de Aquisgrán.
Es claro que ese tipo de política redistributiva, funciona solo a corto plazo y con altos precios de las materias primas y las commodities. No hay viento de cola en este momento mundial y aunque tenemos los argentinos alimentos para exportar, y se van a necesitar, nuestra cultura nacional y popular castiga una y otra vez a quien los producen. Y aunque viniera en la post pandemia un auge de las commodities, la financiación de presupuestos como los latinoamericanos, con alto déficit, siempre genera una inflación sin control. Si le agregamos el creciente dirigismo estatal, una gran burocracia y el avasallamiento del Estado de derecho, podemos padecer nuevamente graves consecuencias.
Mi diario de hoy es puramente práctico, vengo leyendo mucho sobre américa para entender el fracaso de los latinoamericanos y creo que es porque no nos planteamos nunca una alternativa que sea política de estado. Una política económica y social que apueste por inversiones, la iniciativa privada, la competitividad y una apertura hacia el exterior. El Estado ocupándose de la infraestructura y educación, la creación de incentivos para inversionistas nacionales y extranjeros que ayuden a modernizar y diversificar la economía con gobiernos que se preocupen por ver cómo podemos integrarnos a nivel local, regional y mundial.
En investigaciones económicas empíricas se ha demostrado que una política económica de ese tipo puede ir asociada además con redistribución, mayores impuestos a los sectores más exitosos y transferencias a los pobres, lo que lleva a un mayor consumo, más demanda, más crecimiento y empleo. Claro que si el poder lo toma un régimen populista, eso no va a suceder porque son cortoplacistas y estas políticas que sugiero, o en realidad sugieren maestros de la economía y la sociología, exigen una retirada parcial del estado, planes económicos confiables, total vigencia del estado de derecho y plena democracia. Ninguno de esos puntos parece compatible con el supuesto socialismo gobernante en este siglo.
Me preocupa mucho que los modelos populistas y asistencialistas fomenten el clientelismo y el nepotismo, tal como sucede en Venezuela y la corrupción que sucedió en las últimas décadas en Brasil y Argentina, además descreo de sus buenas intenciones. El asistencialismo está pensado como instrumento del clientelismo, para atar a parte de la población al Gobierno y asegurar mayorías populistas. Por eso no pueden separarse. Y hoy veo con tristeza que en plena pandemia, está siendo usado para que más gente dependa del estado. Por otro lado, el modelo parte de una creciente influencia del Estado y de un rechazo ideológico de cualquier mecanismo o recurso genuino que provenga del mercado. Esto lleva a más burocracia, más nepotismo y abultada corrupción.
En caso de una crisis, como la actual,los ajustes necesarios, ante la bancarrota estatal, golpean sobre todo a los más pobres. No solo vuelven a la desigualdad inicial sino que la profundizan, únicamente porque la educación y la cualificación, un sistema como el que nos gobierna, las desatiende. Y acá estamos, nosotros, el pueblo silenciado, frente a la grieta, el virus, las inequidades y la espantosa traición de la clase política, arrodillada tras los cheques del poder.
Pero no todo está perdido, hay que seguir luchando por una América libre de populismos, por una Argentina conectada y pujante. Voy a compartir la poesía de una canción que amaba mi madre y que cantaba Nino Bravo: Donde brilla el tibio sol, con un nuevo fulgor,dorando las arenas. Donde el aire es limpio aun bajo la suave luz de las estrellas. Donde el fuego se hace amor,el río es hablador y el monte selva, hoy encontré un lugar para los dos en esa nueva tierra. ¡América, América! Todo un inmenso jardín
eso es América, cuando Dios hizo el Edén pensó en América. Cada nuevo atardecer el cielo empieza arder
y escucha el viento, que me trae con su canción una queja de amor, como un lamento. El perfume de una flor, el ritmo de un tambor en las praderas. Lanzas de guerra y paz, de un pueblo que aún no ha roto sus cadenas.¡América, América! Todo un inmenso jardín eso es América. Cuando Dios hizo el Edén Pensó en América. ¡América, América! Todo un inmenso jardín eso es América. Cuando Dios hizo el Edén pensó en América.