«Si la felicidad estuviera a la venta, solo un tonto no la compraría», The Joy Makers, James Gunn, 1961
The Joy Makers plantea una sociedad sin dolor, sin deseos, sin enfermedad, sin angustia, un mundo de status quo permanente con tecnología de avanzada para «todos». Eventualmente construyen una máquina con instrucciones para que todos sean felices, entonces la máquina va tomando los seres humanos y los coloca en celdas similares a una matriz, alimentados por fluidos y viviendo en fantasías, todos perfectamente felices.
Uno de los personajes, Douglas, que estudió filosofía, comprende la diferencia entre la fantasía feliz que vive y la lucha cotidiana del mundo real. Es la diferencia que nos humaniza, que nos hace no ser cerdos satisfechos. En una lucha épica en la que se enfrenta a todo tipo de fantasías y a la realización de sus deseos, cada vez que su entrenamiento le permite salir de la ilusión al mundo real, da pelea hasta que vence a la máquina. Rompe ese cerco fascinante donde te dan de comer en la boca a cambio de seguir dentro de un sistema perverso y se atreve a la pelea diaria por los logros.
Siempre pensé que el libro de Gunn es una implacable lección sobre la vida y la libertad. El objeto de estar vivos no puede ser la idiotez calma de los «comedores de lotos», sino la lucha por alcanzar los anhelos personales, ese camino hacia «la búsqueda de la felicidad», tal como dijo Jefferson, mas que la felicidad en sí misma.
Cada domingo dedicaré mi diario a un libro, que sienta que aporta a la lucha por constituirnos en seres libres, capaces de no caer en sistemas que nos brindan comodidades materiales y seguridad a cambio de la libertad para luchar por los deseos. Esas mallas contenedoras son ilusorias y perversas. Hoy sugiero leer Los hacedores de alegría, de James Gunn. Cualquier similitud con la realidad, es pura coincidencia.