Ya me causa gracia lo de cuarentena, superamos el día setenta, y la ventana me devuelve un día gris. Siento mucha pena por el mundo, que es el mío. Es al mundo a quien siento mi patria grande. Algunos ortodoxos del término creen que no sé quien fue Ugarte, en esa cosa despectiva del que piensa diferente. Conozco el origen de la patria grande, pero no considero que sea acertado. Y en este momento donde el nacionalismo cerrado florece, me atrevo a abrir mis horizontes.
Creo que nos olvidamos como fue construyendo la identidad nuestro país, lleno de colores y banderas, se hizo grande abriendo sus puertas, no creando vallas y cerrojos. Mi familia no vive toda en éste país, Mis orígenes están en Italia, en Líbano, en Ismir, ahora viven en el mundo: Grecia, Brasil, Francia, Nueva Caledonia. Mi sangre es extranjera, mi corazón netamente argentino. Tal vez por eso para mí la libertad es algo que no se da, se tiene. Y aspiro a un mundo donde la libertad sea simiente. Donde los gobiernos comprendan que solo administran, y donde los ciudadanos nos comprometamos a controlarlos.
Ya se que soy utópica, que no existe, te debo parecer una ilusa. Sin embargo, la luz, internet, un cohete espacial y hasta algo tan simple como el agua corriente, fueron utopías una vez.
Te invito a soñar, a pensar en aquello que parece imposible, porque en este momento del país y del mundo, hay imposibles que son absolutamente necesarios.