La flor del eucaliptus

“—¿Conocés la flor del eucaliptus? —le preguntó. Mirta movió la cabeza de lado a lado —. Sus flores suelen pasar inadvertidas, son blancas y solitarias. Mirá —le dijo y sacó una flor de algún costado—. E-u-K-a-l-y-p-t-o, —dijo deletreando— significa bien cubierto en griego. El árbol se adapta a cualquier tipo de suelo, resiste vientos, podría haber un mar acá nomás y estos árboles aguantarían, no se morirían. Estas flores son como campanillas, son hermosas y nadie las conoce”.

Las mujeres tenemos capas, muchas capas, que Mariela Dorfman supo reconocer, transpirar, diría que cocer mientras escribía su primer libro, de género indefinible, porque como novela sus capítulos saben a cuentos, pero las mujeres de las historias van y vienen y se entrelazan feroces, triste, desgarradas, como cáscaras o carne, pero siempre verdaderas, para componer una novela. Ese es el sabor de esta autora intuitiva, sagaz que vuelca pequeñas vidas en La flor del eucaliptus. Y quiero determe en el nombre que tiene el libro: Todos conocemos las hojas del eucalipto famosas debido a las propiedades curativas que posee, desde expulsa, calma, permite respirar, las flores del eucalipto, por lo general blancas, y digo general porque cambia camaleónica segun la especie y pueden ser amarillas o rojas, son una especie de paraguas abierto desplegado hacia arriba, brotan de a una, solitarias, sobre el tallo y suele acompañarlas el fruto del árbol que simula mucho a una baya. Si nos acercamos, los pétalos de esta flor sson como cerdas que concluyen en una ínfima bola amarilla. Es hermosa, es amarga, es distinta.

Lus, Virginia, Sandra, Patricia, Ana, Mirta, Flor, todas las mujeres de la obra son como esas flores: tienen historias bestiales o lastimosas, dan o no fruto, se vuelven madres o amantes, vivientes o voyeures porque no están sanas, se han quebrado, han tenido rajaduras que no cicatrizan. Estas historias son seres que pululan por nacimiento o adopción en la ciudad de Mercedes. Y una puede sentir las veredas y los comentarios bajo los pies. No se sabe si todas se conocen, no entendemos todo de ellas, pero cuando cerramos la novela, tenemos en claro que son flores contenedoras y lo que llevan es : dolor, miseria, amor, pasión, culpa, desdicha y una increíble humanidad.

La escritora Mariela Dorfman es una realidad, es una alegría que haya sido publicada, y espero seguir leyendo sus futuros textos. Muy buen libro. Para leer y releer.