De ganados y de hombres

“De ganados y de hombres” tiene 120 páginas indispensables. La acción dentro de una matadero, comulga con la cotidiana reflexión silenciosa de un hombre rudo. Un hombre capaz de matar. Edgar Wilson, aturdidor quien les da un mazazo en la frente a las vacas para que no sufran en el paso siguiente de la cadena, es decir el sacrificio. Pero no es un aturdidor cualquiera, él las comprende, las mas ve, las acaricia y hasta siente por ellas, de una forma que roza el sadismo rústico de la gente que vive de la sangre. Un sadismo compasivo. En la cadena de montaje de un matadero, las vacas y Edgar son solo un engranaje necesario, y el hombre cumple con creces su parte, mecánica y descorazonada, pero siempre antes de, tiene una mirada de animal libre. Libre dentro de un corral de espera.

Edgar bien puede ser lo oculto, lo no dicho, aquello que preferimos ignorar. Un matadero metafórico que nos muestra que cada uno al fin de cuentas, tiene una porción de culpa en el todo cotidiano. Una realidad que como el matadero huele mal, está llena de polvo, huesos, muerte, hedores, visceras descompuestas. Ambos, matadero y sociedad, se encargan de que todo se vuelva necio y corrupto, personal y descarnado.

Ana Paula Maia integra además, dentro de la brutalidad del contexto, una vuelta a la historia, intrigando con un comportamiento suicida en el ganado, humanizado, ante tanta animalización humana que los rodea. Creo que si hubiese ido más lejos en ese sentido, el libro tendría alas más potentes. De todas formas, está lleno de imágenes difíciles de olvidar, que nos invitan a incomodarnos con nuestra alimentación, o al menos, a repensar métodos y sentidos. Somos todos animales dispuesto a ser aturdidos por un Edgar, en un sentido Steinbeckiano, que nos haga conocer el límite.

“De ganados y de hombres” es difícil de leer, nos enfrenta con las miserias, la autora describe y acciona con lucidez y sin juicios, un mundo que pretendemos que no exista, solo porque no elegimos verlo. Duro, contundente, para leer.