Diario de cuarentena: Parte de un todo

Un miércoles más en un mundo pandémico. Pero, por qué somos como somos en este contexto es mi cuestión del día. Me pregunto de qué manera nos está afectando el encierro y la incertidumbre como individuos y como especie, por qué extrañamos tanto ir a la cancha o a bailar, o cosas simples como un café con un amigo ocasional. La científica chilena Isabel Behncke dice que : «El daño ocasionado por el confinamiento será mucho mayor que cualquier daño del covid-19 que se haya evitado«

Es innegable que muy pocas veces en la historia de la humanidad, el mundo adquiere la sinergia que la preocupación por éste virus logró, una cuestión política de acción colectiva que no suele suceder. a excepción de las guerras mundiales, aunque entonces existían dos bandos y ahora hay uno solo. El coronavirus, si bien está lleno de paradojas, revela el orden oculto de las cosas. Porque nos muestra que todo está unido, que desde China a Argentina no hay tanta distancia si de virus se trata y que la globalización muestra las interdependencias humanas, pero también las hay ecológicas. Nuestra salud depende de la salud del ecosistema, de la salud de nuestro grupo social, y de la de otros que están en latitudes impensadas. Muchas de estas interdependencias y relaciones estaban fuera de nuestra mirada. ¿Qué me importa lo que ocurre en un «mercado mojado» en China si yo vivo en Buenos Aires? Hay que comenzar a comprender que nuestra especie es una y que nuestro planeta es éste. Y es hora de humildad. Un minúsculo virus nos tiene prendados. Sometidos a sus deseos y encima respondemos con soberbia y sociedades fragmentadas. Hay países que no le sumaron al virus el confinamiento, y a pesar de la caída económica mundial, tienen capacidades que en el nuestro no abundan. Y si está presente un confinamiento excesivo. Es lo que estamos viendo ahora. Somos animales sociales inteligentes en cautiverio. Y vamos explicitando que somos mamíferos y primates estructurados para construirnos en movimiento y al aire libre, por lo que el encierro sin actividad ni sol nos enloquece. Pero no somos primates comunes, sino sociales, por lo que aislarnos trae graves efectos en nuestra salud física y mental. Y así estamos, mirando autómatas las redes, sin siquiera interactuar, repitiendo movimientos, somos seres cautivos. Nuestro sufrimiento es verdadero, profundo, somos animales sociales privados de estímulos y de movimiento.

Vos o yo, vivimos con tres o cuatro personas, pero nos relacionamos con unas 100 o 200 personas que forman nuestro núcleo de relación, aquellos a los que invitamos a nuestro matrimonio o que irán a nuestro funeral. Pero vamos interactuando con todos en nuestra vida, al levantarnos, con la familia, luego con el grupo laboral, tal vez almorzás con alguien por negocios y a la noche te ves con amigos. Es decir tenemos una comunidad grande, que vamos fisionando y separamos en grupos pequeños que luego se vuelven a juntar. Esta normalidad es la que nos quita la cuarentena, y la que nos enferma. La gente que está sola está sufriendo por el aislamiento, porque no están teniendo contacto físico ni interacción social. Y las personas que están encerradas con su grupo familiar o con otras personas también están sufriendo porque hay mayor conflicto en las relaciones. Encerrados aumenta nuestro estrés, no podemos evitar conflictos, no podemos simplemente irnos. Necesitamos separarnos, para extrañarnos, necesitamos festejar, jugar. Como humanos, junto con otros pocos animales, somos inusuales porque jugamos de por vida. El juego es muy importante para la salud física y mental, para la resiliencia y para la creatividad. En la pandemia jugamos en forma solitaria, pero cuando se extiende como la nuestra, y ya ordenamos todo, y jugamos a todo, y repetimos todo, podemos caer en conductas peligrosas, depresivas, o agresivas. Mi pregunta es ¿cuantas veces reiste la ultima semana? Tenemos que hacer lo que sea necesario para mantener el juego en la vida, sobre todo en tiempos donde es difícil hacerlo porque hay miedo e incertidumbre. Como ahora.

No podemos practicar nuestros rituales sociales como ir a recitales, a misa, a bailar o a bares. Y esos ritos colectivos nos sincronizan como sociedad. Nos une. Nos sentimos parte de algo que nos excede pero es nuestro, como cuando vamos al fútbol. Y ahora lo perdimos todo. En pocos meses, estamos atravesando un experimento social inédito. Estamos viviendo un trauma colectivo. Por eso creo que vamos a necesitar volver a restaurantes y pubs, al estadio, a recitales y a bailar en fiestas, lo antes posible.

Nos falta el tacto, tocar al otro, un abrazo que consuele, la piel es parte de lo cognitivo. Al no tocarnos, somos cerebros que flotan y piensan en un espacio donde el contacto físico no cuenta, y no alcanza el ver tras una pantalla. Hay que palpar, sentir. Nos hacemos falta.

La pandemia: nos recordó que somos parte y no aparte de la naturaleza, y que ser un animal de la misma especie es una fuerza muy democrática, porque el virus nos ataca a todos. La diferencia está siempre en las herramientas con que contábamos antes del virus. Y entonces aparecen las miserias, los violentos con estrés son más violentos, los solidarios más solidarios, los amorales lo mismo. Mostramos la hilacha como sociedad, y en una de las vueltas de la vida, el virus, que nos considera su casa, comienza a ser parte de nuestra vida, pero dejó tras él, y por malas decisiones, un larga secuela física, moral, económica y social. Por eso hoy miércoles 29 de Julio de 2020 voy a comenzar una nueva cruzada, La mía es porque no avasallen la justicia en Argentina, que no usen al virus para volverse impunes, Te invito a que me escribas y me cuentes la tuya, así cuando esto termine, la sinergia tal vez deje una sociedad más comprometida.

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