«Sarmiento el soñador sigue soñándonos» Jorge Luis Borges
Mi madre era docente. Siempre comprendí la importancia de la educación como herramienta para la libertad. La acompañé a buscar sus alumnos casa por casa para que una escuela de Baigorrita, su pueblo amado, no cierre, caminábamos por el campo conversando con la gente y convenciendo a las familias sobre la importancia de una educación secundaria para sus hijos. En Argentina, cada 11 de septiembre se celebra el Día del Maestro como un homenaje al expresidente Domingo Faustino Sarmiento, que es considerado «el padre del aula» y que murió en esa fecha en 1888 en Asunción del Paraguay. Sarmiento fue mucho más que eso, fue un escritor que aún hoy no hemos descubierto y un pensador impresionante, además de Presidente de nuestra Nación. Supo ir mudando su pensamiento de la modalidad intelectual dominante en su infancia y pubertad a la aprehensión de otras ideas significativas del desarrollo de la humanidad. De acuerdo a sus propias experiencias registradas en Recuerdos de provincia, cuando contaba dieciséis años, mudó el ámbito que prevalecía en «su pensamiento colonial hacia otras formas intelectuales impregnadas de ideas de la filosofía moderna». 16 años y ya era capaz de reflexionar.No paró de leer y de visitar las escasas bibliotecas de su pago. Sería un exabrupto intentar determinar si la teoría dualista de civilización y barbarie del Facundo, o la versión final de Conflicto y armonía de las razas en América define el centro de gravedad del pensamiento sarmientino. La vida de Sarmiento, desde el escolasticismo colonial, pasaría por el utilitarismo sajón, el enciclopedismo francés, el regalismo español y el positivismo auténtico argentino. Toda la historia en una vida.La última etapa de Sarmiento fue influenciada por el positivismo europeo. Escribió: «Con Spencer (Herbert) me entiendo, porque andamos por el mismo camino». Sarmiento era una persona que se preguntaba por problemas filosóficos y tenía las propias. Su inteligencia, interesada en cuestiones básicas de la naturaleza, la moral, el gobierno, la vida y el destino transformó a Sarmiento, en el primero y el mejor de su tiempo para concebir y redactar la historia que le tocó vivir. Su proyección hacia el futuro es incuestionable. Sarmiento, filósofo de la idea republicana, fue un adelantado en su tiempo para la construcción de las instituciones de la República Argentina.
¿Que pensaría de lo que vivimos? Este hombre que sostenía que «puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer» y que pensaba que «todos los problemas son problemas de educación», cuando el rol del maestro vive una fuerte reconversión desde que comenzó la cuarentena en la Argentina, el 20 marzo. Desde ese momento, las videollamadas reemplazaron a las aulas y las computadoras se volvieron herramientas indispensables para acercar a los alumnos con sus docentes. Pero el acceso no es igual. No hay equidad en esta nueva era educativa y aunque el prócer predicara que «si no existieran dificultades, no habría éxitos» reconocía también que «hombre, pueblo, Nación, Estado, todo: todo está en los humildes bancos de la escuela» comprendiendo la relevancia de ese espacio de socialización y debate que un aula implica. Cuando en la mayor parte del mundo se vuelve a las clases, al menos de dos o tres días semanales en forma presencial, nosotros seguimos generando inequidades. Las escuelas están cerradas. Estas medidas terminan por iluminar la realidad de los muchos otros roles que la escuela ofrece además de lo académico. En ciudades donde el 70 % de los estudiantes vienen de familias de bajos ingresos, llevar la escuela a casa significa enfrentarse a no poder ofrecer comidas adecuadas, y mucho menos la tecnología o conectividad necesarias para el aprendizaje online. Este es un enorme desafío de equidad educativa que puede tener consecuencias que alteran la vida de los estudiantes vulnerables, el mayor cambio que requiere el aprendizaje virtual es la flexibilidad y el reconocimiento de que la estructura controlada de una escuela no es replicable en línea, el contexto es otro y deja de ser para todos.
En una época iconoclasta que se jacta de negar los más altos valores de nuestra historia, y cuestiona a prohombres como Sarmiento, la lectura de sus obras tiene una densidad necesaria. Vale la pena recordar hoy, que estamos en un fondo de cocción de ideas totalitarias, la estatura que adquirió la República después de Caseros, tan impresionante que colocó a la Argentina entre los primeros países de la Tierra, hasta constituirse en una gran esperanza para la civilización, la misma que hoy defraudamos.
Las Obras Completas de Sarmiento continúan a la espera de lectores. Sus libros esenciales, Facundo, portador del concepto de civilización y barbarie; Viajes; Argirópolis; Recuerdos de provincia; Conflicto y armonía de las razas en América y otros, esperan que las actuales generaciones de argentinos se acerquen y conozcan el pensamiento del prócer que plantea una acción político-social; un estudio del comportamiento humano; una grandiosa ingeniería jurídica; ciencia; historia; letras; teatro; ópera; energía y acción; la necesidad de una empresa al servicio del desarrollo, la relación entre comunicaciones y progreso; la necesidad de integración americana; sin descuidar el vínculo con el mundo. Sarmiento no es pasado, su obra sigue siendo nuestro futuro, porque no hemos aprendido. Va en él mi homenaje a los maestros todos, de cualquier disciplina que nos ayude a pensar. A comprender que los cambios profundos no pasan por una e y que la equidad está en la igualdad de oportunidades educativas. CIerro con una de sus frases, atinada para el momento que vivimos:
«Es la práctica de todos los tiranos apoyarse en un sentimiento natural, pero irreflexivo de los pueblos para dominarlos» Domingo Faustino Sarmiento.