La vida después

La gran cuestión de la vida: la muerte. La vida después es una historia autoficcional que nos relata la etapa final de la vida de Louanne, la madre autodestructiva y alcohólica del autor, que vive recayendo en sus adicciones, paranoica y obsesiva, pero también peregrina de una fe esquiva o mágica, segun le conviniese.

Donald Antrim (1958, Florida) es uno de los mejores cuentistas americanos y también es el hijo de ésta mujer autoflagelada, un hombre que pudo trascender su duelo en un libro autobiogradico, editado por Chai, que hoy reseño: La vida después.

Antrim comienza a escribir La vida después tras la muerte de su madre; y comienza el libro con el hecho en sí. La madre muerta y él, como hijo, buscando una cama obsesivo y casi en un rito que lo lleva a comprar y devolver colchones en búsqueda de un lecho perfecto. Nos cuenta la muerte de Louanne en la casa lúgubre, con tanques de oxígeno para asistirla, y también nos la cuenta en una vulgar cama de hospital, o nos cuenta otras muertes, otros tiempos muertos de esta mujer talentosa y tramposamente creativa que le dio vida, tantas camas acunaron esa muerte, que ahora él tiene que estar seguro de comprar la cama adecuada, la más cómoda, mullida, perfecta. Sólo así podrá comprender quién es, y como va a seguir viviendo sin su madre.

Son siete capítulos en los que el narrador nos entrega los afectos, las tensiones, las miserias de una familia y en particular de los integrantes que él siente que lo construyeron. La madre, su tío paterno, su minimizado padre, sus abuelos maternos. Antrim desenvuelve en su texto todas los vaivenes de su historia, o de lo que la memoria le permite, plena de recuerdos, de preguntas, de incomodidades y de fantasía, en este camino de madurez en el que trata de independizarse, para sanar y no morir. No es tan simple, no es lineal, en especial si la infancia transcurre entre el alcohol y los gritos, y el posterior abandono paterno. Louanne le reclamaba a su hijo, borracha y enfurecidad que le fallaba, cuando discutía con su marido y sentía perderlo, pero también están los recuerdos de momentos terribles en los que un conocido les da un revólver animándolos a terminar con todo. Antrim,coqueteó en su vida con el alcohol y el suicidio, al que define en otro texto como una larga enfermedad, originada en las pérdidas y la falta contención, de identidad.  La vida después  habla de eso, Antrim se cuenta eso, su identidad, o la búsqueda constantee de ella, sumergido en los hechos y los vínculos del pasado familiar y personal, y queda claro cuando dice: “Tenía la impresión de que nuestra vida estaba guiada por un destino sombrío, incomprensible. Pero no era incomprensible, y no era el destino lo que nos guiaba. Era el alcohol”.

Es también, el libro de melancólico, con toda la carga literal del termino, que escribe con prosa impecable, sostenida por pequeñas digresiones, que crean un estilo propio. Además, el hecho autobiográfico ya es un plus en este libro, que es de una lectura intensa, con una acidez privilegiada, utilizando el absurdo y hasta lo fantástico para justificar los traumas de una vida desdichada. A veces hablo con mi madre muerta-dice Antrim-. Lo hago, desde luego, y como se debe, en voz baja. Le comento qué ha ocurrido de nuevo en mi vida, le informo sobre algún asunto que me incordia, que me angustia. Pero fundamentalmente, hablo sobre asuntos que dejamos pendientes.   

La vida después, que se publicó en 2006 es particular y recomiendo, como en todos las lecturas, leerla atendiendo la tradición sureña del autor. Antrim trasmutó su historia en literatura de la buena, de la que nos deja llenos de preguntas como la que plantea el título mismo de la novela. La vida después, es otra vida, o la misma emparchada o tal vez ni siquiera tuvo vida alguna, La vida después es

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