Mientras el mundo sigue, Argentina está estancada, atravesando la peor crisis de su historia. Una que en la que confluyen todos los ámbitos de la vida. Si queremos resolver nuestros problemas económicos y sociales, tenemos que empezar a actuar de manera congruente. Para eso debemos volver a pensar en valores y en principios y accionar en consecuencia.
Me dí cuenta de que gran parte de los problemas que nos afectan como sociedad son causados por una gran incongruencia de nuestra dirigencia, que emana de nosotros, entre lo que quieren, lo que dicen, lo que piensan y lo que terminan haciendo. Como por ejemplo, cuando nos dicen que ahorremos en pesos pero ellos tienen cuentas llenas de dólares, pero si se trata de nuestros ministros o gobernantes lo que hacen con su dinero es una cuestión privada personal, ahora si se trata de nosotros ahorrar en dólares es desestabilizante y anti solidario. Aunque, a la hora de elegir, elegimos este tipo de gobernantes incongruentes. Desde mi punto de vista —lo aclaro— se trata de un problema de voluntad. Sobre todo porque incluso la gente más humilde vota un bonito discurso cargado de versos polimórficos hilvanados para el engaño. Pero hay una voluntad social de mantener la farsa. Porque nos parecemos a nuestro estado. Para la gran mayoría de la gente es más fácil gastar más de lo que gana y recurrir al crédito para complementar el gasto. No se dan cuenta de que esa deuda hay que pagarla más adelante y eso significa que tendrán aún menos dinero para gastar en otras cosas. Comprometen parte de su ingreso futuro. Lo mismo vienen haciendo los gobiernos para sostener un estado imposible de sustentar. Es necesario, imprescindible, bajar el déficit, actuar, en consecuencia, de forma congruente. Se tiene que considerar esto como una prioridad y destinar el esfuerzo de la ciudadanía para ese fin. Si en lugar de hacerlo ponemos pretextos, terminaremos muy mal y culpando a otros: al fmi, una multinacional, el campo, al clima o al gobierno de Norteamérica.
Es necesario tener una buena meta en nuestro horizonte de inversión, y elegir qué instrumentos usaremos para lograrla. La incongruencia entre lo que queremos, decimos y hacemos sucede también en otros muchos aspectos. Nos quejamos pero ni siquiera sabemos , ni pagamos. Nos quejamos de los fondos , pero no cambiamos para no necesitarlos.
Si queremos resolver nuestros problemas económicos y sociales, tenemos que empezar a actuar de manera congruente con lo que pensamos, lo que sentimos y lo que realmente hacemos, como personas y como país.