Cada día un diario. Cada domingo un libro recomendado. Éste domingo uno de los autores más interesantes de nuestro país: Luis Mey. Un escritor consciente de los ambientes, del entorno como personaje, que en Los pájaros de la tristeza nos enfrenta con la realidad de dos hermanos con capacidades diferentes que viven en una soledad precaria, sórdida y deciden salir a buscar otra. Y lo hacen con toda la bronca y la potencia de la inequidad en sus manos. Manuel, uno de esos niños arremete la injusticia con su gomera, sin tapujos y sin eufemismos. Es lo que es, y eso lo justifica.
Manuel, de nueve años, padece una discapacidad mental; y Jaime, de once, una limitación física. Los dos conviven con su madre, sostén de ésta familia sin padre, una madre que los deja solos. Toda la historia de estos niños, tiene a ese padre ausente y a esa madre desgarrada y abandónica atrás. Los actos de los menores resultan búsquedas intransigentes y fatales.
La novela, editada por Seix Barral, no presenta la discapacidad como invalidez, por lo contrario los vuelve violentos,neuróticos, en un mundo lleno de perversiones, que no se limita al abuso o las drogas, sino que nos invita a ver otras, no tan claras, pero aún más infames. Los protagonistas responden con caos y muerte, alienados, sin posibilidad de planificar, en una lucha desigual contra la naturaleza humana y lo que les tocó.
Manuel utiliza su increíble manejo de la gomera para destruir a todo el que , en vez de convencerlos de salir de ese destierro que la inequidad produce, los re victimiza, hundiendo a los hermanos en lo aciago. Entonces, como un héroe y su arma letal, la gomera emerge sin piedad.
Mey dice de estos personajes: «Son como soldaditos que están peleando por la palabra, para ver quién tiene voz, porque los dejaron ahí creyendo que tenían que ser una cosa y ahora se encuentran en una circunstancia donde tienen que dar una batalla hacia el afuera, romper etapas, entender que tienen que combatir la tristeza en la que viven.»
Con ésta descripción no hace falta más. Sí voy a establecer, como cada domingo, un parangón con la realidad cotidiana, con esta falta de voz que nos aliena y que trasciende el momento pandémico. Somos como Jaime y Manuel, sin justicia y sin verdad, peleando con un afuera que nos obliga a comprender para poder sacudirnos la tristeza.